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Dayana Menéndez, CEPRID - Lunes.6 de julio de 2009

Tomado de Rebelión

Los conflictos armados ocasionan grandes estragos y secuelas en las sociedades; pues dejan a su paso cuantiosas pérdidas de vidas humanas, la desintegración de comunidades y familias, la propagación de enfermedades, la violencia y el desplazamiento o el éxodo de grandes grupos de personas.

Se estima que cerca del 90% de las víctimas de guerra en la actualidad son civiles, la mayoría de ellas mujeres y niños, en contraste con lo que sucedía hace un siglo, cuando el 90% de los que perdían sus vidas era personal militar. (1) Un factor que ha influido en esta situación es el reconocimiento a partir de los años 90 de la violación como un arma de guerra, (2) lo que hace a las mujeres más vulnerables que los hombres, al convertirse en objeto de agresión sexual, generando: una mayor tasa de infección por VIH y otras enfermedades; daños a su salud física y psicológica; así como la pérdida de confianza personal y autoestima. Muchas de las mujeres agredidas corren el riesgo de ser marginadas por sus familiares o por la comunidad debido al estigma asociado con el abuso sexual, lo que lleva a algunas a prostituirse o a convertirse en esclavas sexuales como medio para subsistir.

En el contexto del conflicto armado, y cumpliendo con los estereotipos que impone la sociedad de acuerdo a los roles de género, les toca a las mujeres asumir un papel pasivo y de resignación ante la guerra, y permanecer en el hogar como esposas y madres encargadas del cuidado de los niños, ancianos y enfermos. Muy diferente es lo que se espera de los hombres, pues estos cuentan con la fuerza y la masculinidad para ser los agresores y soldados que combaten y están dispuestos a morir en los campos de batalla. Sin embargo, ésta no es la generalidad, pues las mujeres a lo largo de la historia también han desempeñado un papel activo como combatientes en los procesos de liberación nacional y en diferentes conflictos armados.

África no es la excepción, pues en el continente también han existido valientes féminas dispuestas a luchar por la emancipación y la reivindicación de sus derechos. Para algunas de las mujeres combatientes africanas, la participación militar surge de sus experiencias como víctimas, o por coacción, forzadas a portar armas o trabajar para los comandantes. Sin embargo, muchas otras lo hacen al identificarse con la causa por la que sus parientes o grupos étnicos se involucraron en la guerra.

Ejemplos de participación activa de la mujer los tenemos en las luchas de liberación de los años 70 y 80 en Mozambique, Zimbabwe y Namibia, así como en Sudáfrica, donde fueron entrenadas y combatieron junto a los hombres en la fuerzas del Congreso Nacional Africano (ANC). (3) Asimismo, representaron el 25% de las fuerzas ZANLA en Zimbabwe y el 5% en las guerrillas Mau-Mau de Kenya. (4) En Etiopía, el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), formado en 1975 para pelear por un estado democrático, alentó a las mujeres a unirse a la lucha y se les proveyó educación y apoyo para facilitar su participación. (5)

Las mujeres combatientes del continente africano, además de participar directamente en el campo de batalla, han realizado otras labores como: la movilización, reclutamiento y entrenamiento de soldados; el espionaje y la colocación de minas antipersonales; la evacuación; la provisión y traslado de armamentos; el cultivo de alimentos y su elaboración; en cuestiones de limpieza, la higiene y administración, y brindando asistencia médica.

En varios países incluidos Uganda y Sudán, se reportan casos de mujeres involucradas en la guerra como partidarias activas y animadoras de las fuerzas combatientes. Un ejemplo de ello lo constituyen las mujeres de Al Hakkamat en Darfur, quienes tienen un papel tradicional de cantantes de alabanzas, y de comunicadoras durante los combates. (6)

Algunas mujeres impulsan la lucha desde su condición de desplazadas. Este es el caso de las mujeres de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), cuya arma de combate es la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, creada en 1974 como rama femenina del Frente POLISARIO. (7) A través de esta organización han expuesto sus aspiraciones y han reclamado por sus derechos, haciendo énfasis en cuestiones como el desarrollo de políticas participativas, la transformación de la sociedad y la familia. Las saharauis igualmente han liderado y organizado los campamentos de refugiados en el ámbito cultural, social, educativo, sanitario y administrativo.

Hay varios ejemplos de mujeres que han utilizado otros métodos de combate menos violentos para hacer reclamos a favor de la paz, la justicia e igualdad. En Somalia las mujeres han hecho demostraciones de protestas culturales y pacíficas con el fin de evitar hostilidades entre clanes antagónicos.

En este tipo de protesta las mujeres son activas no sólo a nivel local o comunitario sino también en el plano nacional e internacional. Muestra de ello es el Comité Africano de Mujeres sobre la Paz y el Desarrollo (AWCPD), parte integrante de la Unión Africana. Su mandato consiste en ampliar la agenda de la paz, para incluir asuntos tales como la reforma agraria, justicia económica y social, además de la participación igualitaria de las mujeres en procesos políticos. (8) Entre los ejemplos de iniciativas internacionales emprendidas por las mujeres en la búsqueda de la paz, se incluye el de la Red de Paz de Mujeres de la Unión del Río Mano, en la cual participan miembros de Guinea, Liberia y Sierra Leona. A esta red se le atribuye un papel decisivo en la resolución del conflicto en Sierra Leona y también en las negociaciones entre los países del río Mano. (9)

A pesar de todos los esfuerzos femeninos para luchar por la paz y detener la violencia armada; la guerra y sus consecuencias siguen imponiéndole a la mujer africana nuevos desafíos a afrentar. Muchas de ellas pierden el acceso a la tierra como sucedió en los conflictos de países como Angola, Rwanda y Uganda, y se ven obligadas a emprender nuevas actividades para su supervivencia. (10) Otras quedan viudas por la pérdida de sus esposos en combate, y en ellas recae el papel de proveedora, protectora y cabeza de familia que antes correspondía a su cónyuge. Algunas muchachas pierden muy jóvenes a sus padres en la guerra, y quedan a cargo de sus hogares, como es el caso de Rwanda después del genocidio, en donde miles de núcleos familiares estaban encabezados por menores, el 90% de los cuales eran niñas. (11)

Para algunas mujeres los cambios a los que se ven forzadas pueden convertirse en una forma de liberación con respecto al antiguo orden social. De esta forma, la guerra puede proporcionarles oportunidades de formación como trabajadoras sociales y humanitarias. A pesar del trauma que supone el ser desplazada o refugiada, algunas mujeres sacan beneficios de esta situación, al ser priorizadas dentro de los programas de capacitación, desarrollo, salud y educación. El hecho de conocer otras realidades, provoca que la mujer africana cambie en gran medida su percepción acerca del mundo. Ellas aportan al restablecimiento de la paz, su deseo de promover más oportunidades de educación, así como sus experiencias sobre formas más independientes de obtener ingresos y adoptar otras opciones de vida diferentes a los preceptos que establecen sus sociedades tradicionales.

Cuando las mujeres han participado en la guerra como combatientes o como partidarias activas, puede resultarles más fácil exigir un lugar en la mesa de negociaciones. No obstante, algunas mujeres combatientes una vez finalizadas las acciones bélicas suelen ser marginadas debido a prejuicios y estereotipos que atentan contra el género femenino en determinadas sociedades. A diferencia de los hombres ex combatientes, las mujeres ex combatientes con frecuencia son excluidas de la participación en nuevas estructuras políticas e ignoradas por las organizaciones de veteranos. Las intervenciones, tales como la ayuda humanitaria y los programas de desarme y desmovilización para ex combatientes, no ofrecen las mismas posibilidades de reinserción en la sociedad cuando se trata del sexo femenino.

La mujer no solo debe tener una participación activa en los tiempos de confrontación armada, sino también en las labores de reconstrucción y mantenimiento de la paz una vez finalizada la guerra.

Si bien los conflictos han ampliado los roles económicos de las mujeres y les han brindado más autonomía, ello raras veces ha conducido a una mayor influencia política o a más equidad de género. (12) Tanto en etapas de conflicto o después del mismo, las mujeres africanas están poco representadas en las organizaciones nacionales e internacionales. Salvo algunas excepciones como el caso de Rwanda, en donde existe casi un 50 % de parlamentarias en el país, incluyendo a la presidenta de la Asamblea Nacional; y el caso de Sudáfrica con un 30 % de representación femenina en el ANC; (13) pocas mujeres tienen acceso a cargos públicos o políticos en los países del continente africano. En este sentido, la paz verdadera no significa solamente el fin del conflicto armado, sino también el establecimiento de instituciones sociales duraderas, que incluyan a la mujer en la toma de decisiones y en las estructuras de poder.

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